Liberación animal y anarquía

Mencionar la importancia de la lucha para la liberación animal desde una perspectiva revolucionaria de liberación total, es tal vez considerado por algunxs anarquistas una intromisión no solicitada en la ética de cada unx, una cuestión de elección o gustos “personales”, algo no político, casi como si la cuestión se pudiera reducir a un factor de preferencias sobre nutrición, comparable a la elección del equipo de fútbol preferido. Se hace alusión entonces a la libertad de decidir sobre la propia vida, de ser libres de autoridad y injerencias externas, o “morales” de cualquier tipo.

Por lo que nos afecta, la lucha por la liberación animal es la lógica consecuencia de nuestra repulsión hacia cada forma de dominio y explotación. El veganismo no es nada más que la tentativa de no volverse cómplice, dentro de lo posible, de la explotación animal llevada adelante sistemáticamente por nuestra civilización. Una tentativa, precisamente, más que una certeza, ya que en la sociedad en la que vivimos los productos derivados del dominio sobre los animales están presentes por todas partes, entorno a nosotrxs y en nuestras vidas, y es ilusorio pensar poderlos evitar completamente. El hecho de que una coherencia total con nuestras ideas no sea posible en un mundo que se basa en la explotación y en el dominio y que no deja espacio de respiro, no significa que no sea justo ir lo más lejos posible en esa dirección.

Tanto evitar los productos derivados de la explotación animal, como intentar limitar dentro de lo posible el propio impacto sobre el planeta recuperando los excesos/desechos del sistema o cultivando las propias verduras (robar en el supermercado no es lo mismo, aún siendo apreciable, ya que la economía continua girando igualmente y hace solo perder pocos euros al supermercado) significa solo aplicar a la cotidianidad de la propia vida la propia lucha contra el capitalismo y el dominio en general. Muchxs compañerxs, en cambio, prefieren sostener la inutilidad del boicot (¿quien ha hablado alguna vez de boicot y de eficacia, en efecto?) bebiendo Coca-Cola, o comiendo al fast-food, con total indiferencia respecto a las propias acciones; para ellxs la coherencia es “politically-correct”, y el veganismo o el recicle de comida una “moda”, antes que una elección política, piensan que es más anti-conformista chivarse de los productos basura de las multinacionales, alimentarse con productos químicos e industriales o jactarse a comer carne, volviendo así exactamente al modelo dominante que por otro lado sostienen criticar y combatir.

No tenemos ninguna intención de sobredeterminar o poner dictados morales sobre la vida de algunxs compañerxs, cada persona es libre de actuar como mejor cree, desde el momento en que nuestras elecciones son en primer lugar un posicionamiento político que hacemos para nosotrxs mismxs, en coherencia con nuestras ideas, rechazando ser cómplices de lo que vemos como una forma clara de domino. Por otro lado creemos que cualquier revolución es antes que nada interior, que una lucha no tiene sentido si no nos pone antes de todo en discusión a nosotrxs mismxs y nuestra autocomplacencia con el poder, si no nos incumbe a nosotrxs mismxs y a nuestras elecciones como individuos.

Lo que podemos proponer es solamente una invitación a reflexionar sobre algunas cuestiones.

Lxs anarquistas se definen contrarixs a cada forma de dominación y explotación. El extermino sistemático y masificado efectuado por los seres humanos hacia miles de animales cada año es evidentemente una forma de dominación y explotación.

Explotación económica en el sentido de que los animales son utilizados para sacarles un provecho de cualquier modo, del mismo modo en que son explotados los recursos del planeta en el que vivimos; ignorando sus seres, vivos, que tienen sensaciones, tratandoles unicamente como objetos y mercancías. Esto responde exactamente a la visión mecanicista del mundo promovida por la ciencia moderna, que ve los organismos vivos como máquinas, reduciendolos a sus órganos, privados de cualquier deseo, impulso, pasión, vitalidad.

Del mismo modo en que la mayor parte de lxs animales, se consideran recursos para explotar también se considera así a algunas categorías de personas, de las que se extrae fuerza-trabajo como si fuesen máquinas, sin ningún respeto para su individualidad y su vida, y después tiradas (por ej. deportadas) cuando son demasiadas o no son funcionales al sistema capitalista. Por lo que respecta a los animales, parte de su “explotación”, más que en su fuerza-trabajo (esto sucedía más en el pasado, pensemos en lxs animales de carga, hoy sustituidos por las maquinas), está en el posible uso de trozos de sus cuerpos muertos, que a través de complejos procesos de elaboración mecánica son transformados en comida (carne, queso, mantequilla, gelatina animal, etc.) o capas de vestuario (pieles, cuero, plumas de oca, lana). Pero esto significa el asesinato de estos individuos.

A causa de las exploraciones geográficas del ‘500 y de la revolución industrial, con la difusión de sistemas de transporte y de comercios de escala global, el aumento de la población mundial (pasada de mil millones de habitantes en 1830 a más de siete mil millones actuales) y la uniformalización de los estilos de vida y consumo sobre todo el planeta impuesta por el capitalismo, la existencia de las poblaciones ha empezado a depender de la producción masificada y intensiva más que de la producción local, es decir de la continua exportación y importación de mercancías y productos. El consumo de productos de origen animal también se ha expandido y ha hecho necesaria la creación de un sistema de producción intensivo basado en el crecimiento del provecho: esto significa crianzas que encierran hasta miles de individuos, ciclos de producción muy rápidos, explotación y sufrimiento indescriptibles para los animales. Cualquiera que haya entrado en uno de estos criaderos sabe que se trata de lugares infernales, verdaderas cárceles-lager donde estos individuos transcurren su vida entera encarcelados sin ver jamás la luz del sol, muy muy apretados, privados de cualquier placer y sobretodo de cualquier libertad.

Creo que nuestra crítica a la cárcel, para ser completa, debería expandirse y tomar en consideración también las cárceles para animales, si nos permitimos ignorar la existencia de esta invasiva realidad es solo por un prejuicio especista.

Detrás de los productos animales o obtenidos explotando animales que encontramos en comercios se esconden millones de industrias y multinacionales que buscan muerte y devastación, y que la explotación la mantienen a 360 grados: las de alimentación y fast-food, las farmacéuticas, cosméticas, las de la diversión pre-confeccionada, etc. Las mismas industrias y multinacionales, protegidas por los gobiernos, que alienan y artificializan nuestras vidas, explotan sus mismos laboratorios, saquean los recursos de los países más pobres, y contribuyen al neo-colonialismo y a la pubertad difundiendo por todo el mundo el estilo de vida colonialista occidental.

Esta explotación hacia lxs animales solo es posible gracias a las justificaciones morales que los seres humanos han ideado para defenderse de la legitimidad (de manera similar a como sucede con otras formas de explotación y dominio): o sosteniendo la superioridad intelectual de la especie humana sobre otras especies animales, que se demostraría con el avanzado nivel de “progreso” y complejidad estructural a la que está unida la sociedad humana. Lástima que la realidad del sistema tecnológico, y la domesticación de nuestras vidas, sea exactamente aquello que criticamos en nuestras análisis, por eso suena incoherente aceptar las explicaciones del sistema cuando conviene, y rechazarlas en otros momentos. Las justificaciones para explicar la superioridad intelectual del ser humano chocan completamente con la crítica que precisamente nosotrxs anarquistas hacemos a este existente, que queremos ver destruido y revolucionado completamente, imaginando en nuestros “sueños utópicos” una realidad en la que los seres humanos no sean más domesticados y obligados a vivir en estas jaulas de cemento llamadas ciudad. Un animal de la selva que pudiera observarnos, esclavizados y estresados en nuestras metrópolis, probablemente se peguntaría: “¿Y vosotrxs vendríais a ser lxs inteligentes?”.

Lo que se olvida cuando se acepta ser cómplice de la explotación y de la dominación animal, es lo que falta en muchas análisis, nuestra posición sobre este planeta. Los seres humanos no son más que una especie entre tantas otras, pero algunos de ellos (parte de la élite dominante) se sitúan como especie dominante reservándose el derecho de pisotear todo lo que consideran por debajo, o mejor dicho todo el resto de los habitantes del planeta y el mismo planeta. Y es lo que estamos haciendo, utilizando el concepto de “especie” como en el pasado han sido utilizados (y lo son aún) los de raza, sexo, orientación sexual etc. para crear jerarquías de valor y justificar el dominio hacia el grupo social considerado cada vez más como “inferior”. Este es el concepto del que parte la teoría antiespecista, que de por sí no da a mi parecer una visión completa de la realidad en la que nos encontramos, pero puede alimentar uno de los tantos listones importantes para comprenderla.

Tendemos a pensar en lxs animales no humanos como un bloque único indefinido, una operación mental que tendemos a rechazar si se habla en cambio de seres humanos, a quién queremos señalar la especificidad singular. Nos gusta describir “lxs animales” como una única masa de seres guiados ciegamente por los instintos, casi marionetas en manos de un misterioso titiritero invisible llamado Orden Natural. Se cae aquí en un nuevo dogma, en una nueva ideología, del mito de la Naturaleza como algo semidivinizado, representante del Bien (es decir, una concepción moral).

En este error cae a menudo tanto quién está en contra de la explotación animal como quién no lo está. Esta claro que negando que lxs animales tengan una libre arbitrariedad, es decir que sean libres de tomar decisiones o que tengan sentimientos y sensaciones, es mucho más simple anular su individualidad y reducirlxs a objetos.

En el pasado, seres humanos fueron reagrupados en categorías “raciales” o “étnicas”, que según algunas ideologías totalitarias debían ser eliminadas, porque las consideraban perjudiciales para el “orden natural” de la sangre, de la nación, del territorio o de cualquier otra cosa. Hoy sucede algo similar con algunas especies de animales calificadas como “nocivas” porque son ajenas al ambiente donde viven ahora, es decir “destructivas” del “orden natural” y del equilibrio de aquél ecosistema. Normalmente estxs animales no son autóctonos pero han sido importados por el ser humano y se han reproducido y difundido. Incluso en este caso la “solución” de los humanos es el exterminio de la especie entera, sin ningún interés o reconocimiento de la existencia real del individuo, más allá de la clasificación de “especie” que nosotrxs mismxs les hemos atribuido.

Cada animal es un individuo único. Cualquiera que haya tenido una relación de cualquier tipo con animales no humanos, incluso con lxs más domesticadxs, sabe muy bien que ningún animal es igual que otrx o dominadx unicamente por los instintos. El solo hecho de que cada individuo animal reaccione de manera diferente al propio conjunto de instintos de especie determina en parte su carácter. No nos interesa encontrar explicaciones científicas a nuestras palabras, pronunciadas desde la simple observación y la experiencia directa. Cada animal, según el carácter, la situación y muchos otros factores, toma continuamente elecciones sobre su propia vida, tiene sentimientos de varios tipos, evidenciados con el comportamiento que tiene en consecuencia (tristeza, depresión, ansia, aburrimiento, rabia, alegría, excitación, etc.) y tiene deseos y necesidades que no son unicamente funcionales para la supervivencia y a la reproducción (ganas de jugar, de afecto, amistad o relaciones afectivas entre individuos de la misma o de otra especie, del mismo o de diferente sexo, temporales o prolongadas en el tiempo), tiene caracteres diferentes (tímido, extrovertido, etc.).

Obviamente estas son definiciones humanas, una interpretación nuestra de un lenguaje corpóreo ciertamente distinto del nuestro, pero que con un poco de experiencia podemos aprender a comprender, con diversos niveles de dificultad según el individuo animal se nos parezca en la expresión y comportamiento. Probablemente también un sapo vivirá una gamma de sensaciones diferentes de las nuestras, difícilmente conseguiremos interpretarlas. Esto no quiere decir que el sapo sea estúpido o no tenga sensaciones, pero únicamente que nosotrxs no podemos descifrar su lenguaje. Este hecho nos engaña, y además de nuestra superioridad tendemos a sostener la tesis que un animal es diferente de nosotrxs, y por eso incomprensible, inferior y menos desarrollado. Obviamente si el ser humano se posiciona a si mismo encima de una pirámide de valores que parte de la perfección y baja hacia abajo, escalera de la que él mismo es el juez, considerará inferiores los individuos que se diferencian de él.

Es el clásico esquema de la discriminación del distinto-de-si, llevada adelante desde siglos y milenios también para justificar el dominio del pueblo blanco occidental sobre el pueblo de diferentes etnias, del hombre sobre la mujer, y así sucesivamente.

Lxs animales tienen pues una inteligencia, saben valorar las situaciones y tomar decisiones en consecuencia, son felices cuando tienen una existencia satisfactoria que responde a sus necesidades y deseos, en compañía o solxs, mientras sufren cuando se encuentran en ambientes artificiales y ven negada por las circunstancias la satisfacción de sus deseos. Exactamente como nosotrxs. Obviamente sufren cuando son encerradxs en jaulas, naves, establos, locales, cuando no pueden salir nunca al aire libre o estar en un prado, cuando son separadxs de sus hijos o sus padres, cuando se les priva de la posibilidad de tener relaciones sexuales o relaciones afectivas, cuando son mutiladxs, exprimidxs con maquinaria, cuando ven alterado su ritmo natural (luz artificial las 24 horas del dia), cuando viven en espacios restringidos sin poder moverse nunca, cuando son transportadxs almacenadxs en camiones durante horas bajo el sol, con hambre y sed, cuando sienten los gritos de miedo y dolor de lxs propios compañerxs que en fila delante de ellxs, al matadero, son asesinados y al final cuando son aturdidxs con la pistola eléctrica y desangradxs. Sentimientos que tendríamos probablemente incluso nosotrxs los seres humanos.

Lxs animales (especialmente lxs más domesticadxs) también tienen un espíritu de adaptación, esto explica la resignación que algunos animales tienen cuando están encerradxs en las ganaderías. Cuando naces ya en una jaula o en un edificio sin salir nunca, aún que tus instintos empujen a la libertad, permanecen sobretodo infelicidad y resignación. Del mismo modo la mayor parte de los seres humanos encerrados por mucho tiempo en las cárceles, o solamente con una vida repetitiva, monótona y privada de estímulos como es la de la sociedad moderna (que incluye diversas cárceles/jaulas cotidianas: fabricas, escuelas, oficinas, etc.) llega un momento en que se adaptan y no se revelan más, aún que continúen viviendo a menudo en la insatisfacción y lejanos de una idea de felicidad. Es más, desde este punto de vista parece que la mayor parte de los seres humanos sean más “resignados“ a la cárcel que lxs otrxs animales: incluso cuando podrían disponer de una relativa libertad, a menudo se encierran voluntariamente.

La complejidad de la gama de sentimientos y sensaciones que puede tener cualquier animal es muy amplia, aún que probablemente no sea tan amplia como la de un ser humano, pero por un motivo muy elemental: la vida de los seres humanos es muy compleja, son engranajes de un sistema mucho más grande que ellos, que ellos mismos han creado pero que ahora les domina.

¿Es esto una ventaja o una señal de superioridad?

¿Estamos segurxs que ser libres de la influencia de las infraestructuras y instituciones creadas por la sociedad humana (que no existen en la sociedad animal), para dedicarnos solo a disfrutar la propia vida, a las relaciones con lxs demás y a la satisfacción de los propios deseos es una desventaja?

¿Pero no es exactamente aquello por lo que nosotrxs mismxs luchamos, aquél nivel mínimo de libertad (considerada como ausencia de constricciones externas a nosotrxs mismxs) que soñamos?

*Artículo de la Revista anarquista ecologista Fenrir N°4

https://contramadriz.espivblogs.net/files/2016/02/bibliotecarevistafenrir4.pdf


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